martes, 18 de noviembre de 2008

Espiritualidad y Salud


Un signo del momento presente es la expansión de la búsqueda espiritual. Y creo que es una necesidad para sobrevivir los tiempos que estamos viviendo. La revolución científica liberó al ser humano de la prisión del dogma incomprensible, pero lo dejó solo, sin conexión con lo sagrado y lo simbólico. La actual expansión de la conciencia, entonces, es una búsqueda del sentido necesario.

Sentirse ubicado en el gran panorama de la Vida, pertenecer, estar conectado con todo lo que existe, ser… todo esto es alimentación necesaria luego de la ingesta material (aire, agua, comida).

La búsqueda espiritual es saludable. Se me hace necesario señalar que espiritual y religioso no es lo mismo. No quiero usar ninguna definición establecida, solo lo que he aprendido a lo largo de mi vida. Viviendo una vida conforme a una religión puedo tener una conducta cerrada y rígida, y estas calidades no nos llevan a la salud sino a la enfermedad. A la enfermedad personal y a hacer una contribución enfermiza a la sociedad. La espiritualidad es como un camino lleno de cuestiones y enigmas y “atenderlos” nos lleva a crecer. En el camino espiritual desarrollamos una relación personal con la divinidad y esa relación implica una forma de vida, implica retos, consideraciones sobre quienes somos y como vivimos. El camino religioso contiene patrones a seguir, reglas que cumplir, condenas…

Entiendo la búsqueda espiritual como la cualidad básica para la “navegación”, tanto en el mundo visible como en el invisible. Recuerdo una pequeña noticia, una de esas que nos dejan con deseos de saber más. Un hombre que navegó una porción grande de océano sin las herramientas normales para ello y, cuando fue entrevistado en su punto de arribo, dijo que la Fuerza lo guió, refiriéndose a la concepción de Dios en la saga “Guerra de las Galaxias”.

Una vía eficiente para desarrollar nuestra relación con el Gran Espíritu es el silencio interior. En el silencio encontramos conocimiento, llamados, pistas para aliviar las durezas y para llegar al centro. En el silencio se va ensanchando el campo de nuestra conciencia y con este ensanchamiento entendemos y aceptamos mejor las situaciones cotidianas, sean éstas difíciles y/o fáciles. Con el ensanchamiento de la conciencia cultivamos la atención y la presencia, y con ellas no damos tantas cosas por sentadas, somos más capaces de aprovechar las oportunidades y de asumir lo que vivimos, en vez de que las cosas ocurran como en una película frente a nosotros.

La falta de conciencia es fuente de sufrimiento. Cuantas veces nos pasa que no entendemos por qué ocurren eventos de los que, si estuviéramos dispuestos a ver, encontraríamos que somos responsables, que los provocamos. No estar presentes es igual que no aceptar la responsabilidad de nuestra vida. Es vivir la vida como sentir el agua de un río que pasa por nuestros pies y nunca ver el estar dentro del río como una opción escogida. Las acciones de gran heroísmo se logran porque ante el peligro uno “despierta” y trae toda su atención al momento presente; son momentos en que toda la divagación sobre lo que pasó antes o lo que queremos que pase en el futuro se disuelve, todo se convierte en presente.

Practicar quedarse en silencio es la mejor medicina para el estrés, dicen muchos médicos que están trabajando en este tema. Quedarse en silencio oral y mental. Esto es contemplación, oración silenciosa, meditación(*). Puede tener una práctica contemplativa tanto el creyente como el ateo. Contemplar la majestad de la Vida, observarla sin pensamiento, quedarse en asombro, nos va llevando a recuperar la conexión con la Naturaleza, con la Vida. Todo está conectado con todo y cuando nos sentimos conectados, la soledad no nos muerde internamente. La falta de fe no nos tumba en depresión. Encontramos tanto sentido en lo observado que se va formando dentro de nosotros un nuevo sentido de por qué. El descalabro que vemos exteriormente no nos roba la energía y la pasión de vivir. Es importante para nuestra supervivencia en el mundo actual, encontrar esa caverna interior donde habita lo sagrado o, dicho de otras formas, donde está guardado el arca con el tesoro que nos dará la libertad o el archivo con los códigos claves para el despertar.

(*) Meditación, en el sentido oriental.
Publicado en Diario Libre, 28 octubre 2005; Suplemento TuSalud, p. 9

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