domingo, 5 de junio de 2016

Contracultura

El preso somete por la fuerza al psiquiatra que lo entrevista y le pregunta tres veces “¿qué te he quitado?”.  El psiquiatra primero responde “control”, y el preso le dice que “nunca has tenido control”.  El psiquiatra intenta de nuevo y dice “mi libertad” a lo que el preso le contesta “nunca has sido libre”.  Por último el psiquiatra le dice “mis ilusiones” y es esta respuesta la que le da la liberación de la fuerza animal a la que estuvo sometido.  Esta es una escena de la película “Instinto” con Sir Anthony Hopkins y Cuba Gooding Jr. y en ella aparece nuestro gran sueño de gente civilizada, que somos libres y estamos en control de nuestras vidas.

Y guiados por esta maravillosa ilusión, cuando nos falla cualquier asunto que sentíamos seguro luchamos arduamente por ‘recuperar el control’ de ello, en vez de buscar las claves para mejorar nuestra relación con el problema.

Se ha puesto de moda el concepto de “soltar” (let go), rendirse, como camino de crecimiento.  Y a veces nos lo ponen más radical y nos dicen suelta y deja que Dios haga (“let go and let God”).  Este concepto implica contracultura.  En una cultura de guerra, pelea, resistencia, el soltar y rendirse suena totalmente equivocado.  Crecimos con historias de vencedores y vencidos, triunfo versus humillación.  No se nos enseñó el lado del vencido y del humillado.  Apenas quizás aprendimos que es una estrategia de sobrevivencia, pero que generalmente implica deshonor.  Aprendimos a relacionar la rendición con el miedo y la cobardía.  Es mejor morir peleando que rendirse, nos dijeron.

Sin embargo, el rendimiento y la batalla pueden darse juntos.  Cuando el guerrero espiritual acepta ir al combate lo hace porque ha aceptado con todo su ser la tarea, no lo hace por rebeldía, orgullo u odio sino porque se ha rendido a la Vida.  Cuando sufrimos intencionalmente en nuestro camino de crecimiento y, como dice Jalil Gibran, nos desangramos “libre y alegremente”, estamos en un combate arduo con la rutina, la costumbre, lo conocido, con nuestro ego que (como Balaguer) está aferrado con uña y diente al poder aun y cuando su reinado ya terminó y otros aspectos de nuestro ser traen llamados y necesidades a ser satisfechas.

Nos rendimos cuando hacemos nuestro trabajo cotidiano con aceptación y reverencia ante el Misterio de la Vida que nos ha bendecido.  Nos rendimos cuando aceptamos el reto de crecer y continuamos trabajando, ardiendo en la pasión de la búsqueda, porque aunque el miedo nos aceche y nos torture, el amor esencial nos hala y nos dejamos llevar.  Y cuando el enemigo momentáneo nos obstaculiza el desarrollo entonces, como el Arcángel Miguel (visitando la Tierra en la película “Michael”), nos plantamos frente al toro, gritamos: “batalla” y embestimos con corazón lleno de gracia y mente asertiva.

(Publicado en El Caribe, 27 abril 2001, p. 11)