domingo, 18 de septiembre de 2016

La espiritualidad como nueva forma de conciencia

(Charla presentada en el panel “El Resurgimiento de la Búsqueda Espiritual en los Finales del Siglo XX”,  celebrado en INTEC, el 8 de mayo de 1998.  Los demás participantes en el panel fueron Denise Paiewonsky, Marcos Villamán, Mariví Arregui y Carlos Dore Cabral)
El título de este evento es “el resurgimiento de la búsqueda espiritual en los finales del siglo XX”, y entiendo que mas que un resurgir, ha habido una expansión de la búsqueda espiritual.  Roger Walsh, médico y filósofo, dice que “en los últimos años Dios ha tenido un retorno espectacular” (Wilber, p. 8), y James Redfield, que es sociólogo, dice que lo que está ocurriendo mas bien es “un diálogo diverso y rico sobre la vida espiritual” y aclara que “en los últimos días del siglo 20 y del segundo milenio, no estamos tanto descubriendo nuevas experiencias (aunque también ocurre) sino mas bien tomando en serio experiencias que antes descartamos o dimos por sentadas” (p. xxi).  Cuántos fenómenos que antes fueron ‘histeria colectiva’ o ‘sugestión’ ahora son objeto de estudio.  Por ejemplo, la meditación que fue considerada “como una huida autista y regresiva del mundo” (Wilber, p. 11), ahora es entendida, en muchos ambientes terapéuticos, “como una estrategia de adiestramiento de la atención” (Wilber, p. 11), interpretación esta que tiene un fuerte apoyo en la investigación científica.  Importantes terapeutas están apoyando en la meditación sus tratamientos a enfermedades cuyo origen es el estrés.  Un buen ejemplo de esto es el programa clínico de reducción del estrés del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts, dirigido por un médico (Jon Kabat Zinn) que, al igual que otros muchos terapeutas, ha practicado la meditación budista por muchos años.  Por haberla vivenciado conoce sus efectos y la ha llevado a los demás.

Esta expansión de las ideas y prácticas relacionadas a la espiritualidad ha sido vinculada, por la sociología, a determinadas insuficiencias en el nivel social y a cierta inmadurez en el plano psicológico.  Yo entiendo que esta visión es completamente reduccionista.  Ella puede explicar ciertos casos, mas no el gran fenómeno.  Muchas de las ideas que hoy están en poder de una gran cantidad de personas, ayer sólo estuvieron al alcance de adeptos e iniciados.  No hay una regresión hacia un producto de estadios primitivos de la humanidad.  El manejo de las masas mediante ideas religiosas rígidas no dejó nunca de ser fundamental.  No creo que se pueda decir que ahora hay una explosión de esto ya que siempre ha sido un mecanismo importante.  La expansión que sí ha ocurrido es la de las vías de expresión de la espiritualidad, grandes grupos se han zafado de la rigidez de pertenecer a la religión oficial y de relacionarse con Dios sólo a partir del representante de su iglesia.  Mucha gente ha recuperado su relación primordial y libre con la divinidad y ya no la establece solamente a través de los códigos creados sino también a partir de lo que su ser interno les sugiere.  Mucha gente ha recuperado el sentido de lo divino en la vida cotidiana.  Hemos creado ritos nuevos, hemos rescatado ritos antiguos de las manos de los que se autodenominaron representantes únicos de Dios, hemos practicado esos ritos afuera, bajo los árboles, frente al mar, en nuestros hogares y en cualquier lugar que se nos ocurre.

Quizás el haber desarrollado el quehacer científico nos llevó a pensar que la evolución consecuente implicaba la desaparición de toda relación con lo que no podemos manipular.  Ken Wilber, pensador vanguardia del nuevo paradigma, dice:  “Basta observar el curso de la evolución hasta la fecha:  ¡de las amebas al ser humano!  Ahora bien, ¿y si esa relación, de la ameba al ser humano, se aplicara a la evolución futura?  Es decir, las amebas son a los humanos lo que éstos son a… ¿qué? ¿Es ridículo sugerir que el ‘qué’ podría ser realmente omega, geist, supermente, espíritu?  ¿Qué el subconsciente es a la autoconciencia lo que ésta al superconciente? ¿Que lo prepersonal cede el paso a lo personal, que a su vez lo cede a lo transpersonal?  ¿Que Brahma no es sólo el fundamento de la evolución sino también el objetivo?” (Wilber, p. 46).

Recuerdo mis discusiones con un buen amigo, a principios de los 70s.  Cuando analizábamos cualquier fenómeno él siempre me decía “el hecho es que…” y yo siempre le traía las motivaciones y las circunstancias que rodeaban al hecho.  Y así nos la pasábamos.  El hecho y sus circunstancias.  La espiritualidad de las cavernas, la medieval, la indígena, la de la colonia, la de hoy, cada una tiene su historia, todas responden a la búsqueda humana esencial y también a elementos históricos de cada tiempo.  Que la religión ha sido opio de los pueblos, sí es cierto y también ha sido alimento.  Bueno, pero este no es mi tema en este panel.  Vengo mas bien a hablar de mi espiritualidad.

¿Quién soy?  Respondo culturalmente, digo mi nombre y apellidos.  Ellos sólo significan hoy que soy hija ‘reconocida’ de un hombre de este apellido y una mujer de este otro.  O sea, ubica mi ascendencia, pero no responde a la pregunta.

Vivo una vida cultural.  La cultura es un conjunto de fórmulas de pensar, sentir y actuar y jugando estas fórmulas paso la vida sin saber de mí, como un actor que olvidó quien realmente es y se confundió entre tantos papeles actuados.

Vivo dos vidas: la de los sueños cuando duermo y la llamada ‘despierta’, y se me van los días yendo a la oficina, al supermercado, a lugares en donde resuelvo acertijos y cuando me detengo siento que hago lo mismo que observo hacer a las hormigas: caminar como loquitas pero siguiendo caminos trazados, cargando cosas de un lado a otro todo el día, todo el día.

¿Qué le da sentido a la vida?  ¿Qué le da sentido a este insensato caminar, comprar, reponer, comer, repetir interminablemente, como Sísifo, las mismas tareas?

¿Quién soy?  ¿Qué soy?  Parecen preguntas que se quedan ya en el marco de novelas donde sí aceptamos que los personajes se atormenten con preguntas filosóficas, más nosotros aquí, en el ‘mundo real’, tenemos muchas cosas que hacer para perder el tiempo divagando y… bueno… ¿cuál es el ideal?  REALIZARNOS.  Sí, suena bien, realizarnos, pero… ¿realizarnos en qué?  ¿Siguiendo cuál camino, si no sé quien soy, o cual es el sentido de mi vida?  Quizás no tengo que saber estas cosas (y ya no hay cosas según la física), la cultura me ofrece muchas opciones y me invita a escoger caminos de ‘éxito’, pensando que éxito se mide en bonanza económica y cierta fama.

Quiero decir entonces algo de mi experiencia ya que ella es mi certeza porque es lo que he vivido.  Y luego he escuchado o leído sobre experiencias de otras personas y siento respeto por ellas y muchas me han ayudado a repensar las mías, a probar nuevas cosas a ver a qué saben, a seguir vivenciando.

He vivido la vida en un eterno juego entre puertas que se cierran y llevan letreros en ellas y vientos fuertes que las abren.  He entendido el sentido esotérico de la Crucifixión: “el espíritu está crucificado en la materia”.  Soy espíritu cristalizado en cuerpo físico, energía condensada, CONTRAÍDA. Hay muchos planos de vida, el cuerpo humano es uno de ellos, y tiene su definición, sus reglas.

El espíritu desciende, desea adquirir nuevas experiencias, sentir, vivenciar, inscribir conocimiento, y entra al escenario humano y se manifiesta en ser humano, energía cristalizada.  El espíritu se crucifica, decide vivir al interno de un campo pequeño.  Pensemos en una gaviota que desea conocer sobre la vida en el suelo y me pide que le corte las plumas de sus alas y queda reducida a caminar sobre el suelo.  ¡Qué cansancio y qué limitación ha de sentir!

El espíritu que es pura libertad, expresión total, por un tiempo se reduce a expresarse en energía densa.  Esta es la escuela humana.  Así percibo la vida y entonces de todo lo que he tenido que vivir he querido encontrar el sentido contingente y el simbólico, trascendente.  Quiero aprender.  Es una escuela difícil.  Puedo vivirla desde la sensación del estar condensada, limitada, oprimida, ser pequeña, sin poder, desde la estrechez de mis posibilidades materiales.  O puedo decidir ser creativa y perseguir lo que espíritu hace tan bien.

Entonces ahí viene la pregunta  ¿desde dónde vivo la vida?  Desde mi cuerpo, comer, dormir, estar físicamente confortable, vestidos…  Desde mi mente racional, pensar, leer, información, la vida es lo que dice la información ‘válida’…  Desde mi intuición, soy todo sentidos, no tengo que estudiar, sólo esperar a que se me prenda el bombillito y muchas fórmulas arcaicas se quedan sin cuestionamiento…  Desde mi espíritu, okey, espíritu no es una capa más, es mi ser esencial que toca los diferentes niveles de manifestación, o mejor dicho tanto una manifestación como otra.  Es un continuo.

Al decidir vivir la vida desde lo que es la plenitud de mi ser, las cualidades del espíritu entonces son importantes en mi cotidianidad: amor, libertad, expansión, transformación, levedad, profundidad…

El vivir la vida desde la espiritualidad se hace tan difícil porque, en los hechos, las ideas fundamentales que nos rigen, esas que están profundamente enquistadas en nuestro ser, y que nos han llegado desde el principio hasta hoy y desde todas las fuentes socializadoras, esas nuestras ideas fundamentales, son básicamente newtonianas.  Sí.  Quizás hemos limpiado, en parte, el piso intelectual de nuestro ser, de influencias newtonianas, pero no es ese plano (el intelectual) el que dirige nuestra vida.  Por ejemplo, el percibirnos como objetos sólidos sale de nuestra programación newtoniana, también el percibir el tiempo y el espacio como realidades absolutas.  La ciencia newtoniana entendía que todo lo observado podía ser descrito objetivamente.  Probablemente todos y todas las académicas presentes aquí piensen que la objetividad absoluta no es posible en el ser humano y, por lo tanto, tampoco en el quehacer científico, mas, sin embargo, todos tenemos una visión de lo que llamamos ‘la realidad’ y la defendemos como ‘la verdad’, porque, en última instancia, creemos que lo que vemos y entendemos ES la realidad y el creer esto es newtoniano.  “Experienciamos nuestros cuerpos en forma mecánica”.  “Definimos la mayoría de nuestra experiencia en términos de espacio tridimensional absoluto y de tiempo lineal” (Brennan, p. 22). Y esto de nuevo es newtoniano.

Todos los que estamos aquí estudiamos en la escuela básicamente ciencia newtoniana a pesar de que varias otras explicaciones que rompían con los principios de esta ciencia habían sido ya planteadas, comprobadas y publicadas.

Al inicio del siglo XIX, con el descubrimiento que se hizo del fenómeno electromagnético y, con toda la investigación que se desarrolló sobre ello, se llegó al concepto de campo, que fue definido “como una condición en el espacio que tiene el potencial de producir una fuerza”(Brennan).  De acuerdo con esta explicación, el universo está lleno de estos campos que, a su vez, crean fuerzas las cuales interactúan entre sí.  Este marco teórico científico nos sirve, por ejemplo, para explicar la habilidad que tenemos de influirnos mutuamente a distancia y sin la necesidad de usar el discurso o la visión para ello.  Una vivencia que todos tenemos y puede ser entendida usando esta teoría es esa ocasión en que hemos levantado el teléfono sabiendo quien llama aún antes de escuchar la voz.  El campo de fuerza no tiene nuestros límites físicos.

Noventa y dos años atrás apareció publicada, por primera vez, la obra de Einstein sobre la teoría de la relatividad.  Esta nueva teoría desmanteló todo el armazón de la ciencia newtoniana.  Einstein nos explicó que el espacio no es tridimensional y que el tiempo no está separado de aquel, sino que ambos, íntimamente conectados, forman el continuo cuatridimensional ‘espacio-tiempo’.  También nos contó que el tiempo no avanza linealmente y que no es absoluto, sino mas bien relativo.  Einstein se ha convertido en un icono de la cultura postmoderna y anualmente se hacen grandes cantidades de dinero con su imagen, la de su fórmula y sus frases, sin embargo, como afirma Barbara Brennan, sus explicaciones no han sido todavía integradas a nuestras vidas personales.  Gracias a Einstein nos hemos percatado de que somos energía, “energía cristalizada”. La materia y la energía son intercambiables.  Mi cuerpo es energía.

Al avanzar un poco el siglo XX, en los años 20, la ciencia investigó el mundo subatómico.  Recordemos que sobre el mundo subatómico existe toda nuestra realidad física.  En este mundo los investigadores encontraron que la paradoja es un elemento-respuesta básico.  (Algo que parece contradictorio o absurdo pero en realidad está expresando una posible verdad).  Entonces ya la verdad de esto o aquello se ha debilitado y ha entrado en el escenario lo de tanto/como, en donde mas que tipos o categorías opuestas encontramos complementos, complementariedad.

Se encontró la materia como completamente mutable “y, en el nivel subatómico, la materia no existe con certeza en lugares definitivos, sino que, más bien, muestra ‘tendencias’ a existir.  Todas las partículas pueden ser transmutadas en otras partículas.  Pueden ser creadas de energía y pueden transmutarse en otras partículas” o “desvanecerse en la energía.  Dónde y cuándo sucede esto no podemos determinarlo (…) mas sí sabemos que está continuamente ocurriendo.” (Brennan)

Dice Barbara Brennan, aplicando estas teorías al nivel personal, que “si nos movemos al mundo de la psicología moderna y el desarrollo espiritual, encontramos las viejas formas de esto o aquello disolviéndose en la forma de tanto esto como aquello.  Ya no somos vistos como buenos o malos.  Ya no sólo odiamos o amamos a alguien.  Podemos sentir por la misma persona amor y odio, y todas las emociones intermedias.  (…) Encontramos el viejo dualismo de Dios/Diablo disolviéndose en un todo en el cual encontramos la Diosa/Dios interna fundiéndose con el Dios/Diosa externo.  Cualquier mal no es el opuesto de Diosa/Dios, sino la resistencia a la fuerza Dios/Diosa.  Todo está compuesto de la misma energía.  La fuerza Diosa/Dios es tanto negra como blanca, tanto masculina como femenina.  Lo entiende a ambos, la luz blanca y el vacío negro y aterciopelado”.

Trascendiendo las explicaciones basadas en el dualismo, se desarrolló el concepto de holograma, y la ciencia empezó a entender el universo como “una red dinámica de patrones inseparables de energía”.  Y esta visión incluye al observador como esencial.  El toca, transforma la realidad, no está fuera de ella.  “Si el universo está compuesto de esa red, entonces no hay partes.  No somos partes separables de un todo.  Somos un todo”,  El concepto de holograma dice que “cada pieza es una representación exacta del todo y puede usarse para reconstruir el holograma completo” (Brennan). Muchos médicos están hablando de la capacidad de regeneración presente en toda vida, la parte que se pierde puede ser reproducida de nuevo.

El teorema de J. S. Bell, publicado en el 1964, demuestra que “las partículas subatómicas están conectadas de tal manera que trascienden espacio y tiempo, de forma que todo lo que ocurre a una partícula afecta otras partículas.  Este efecto es inmediato y no necesita tiempo para ser transmitido” (Brennan). Cuando aprendamos cómo funciona esta conexión instantánea habrá una revolución en como interactuamos y nos comunicamos, entonces quizás podamos hacerlo sin lenguaje lo que limpiará bastante nuestra comunicación de malentendidos y manipulación.  Quizás podremos verdaderamente entender lo que ocurre a los demás y a nosotros, comprenderemos más profundamente.  Podremos ver más claro como nuestros pensamientos, sentimientos y acciones afectan al mundo mucho más de lo que hemos previsto. (Brennan)

En un libro publicado en 1981, Rupert Sheldrake propone una hipótesis sobre la cual se vienen haciendo muchas investigaciones.  Él dice “que todos los sistemas están regulados no sólo por la energía conocida y por factores materiales sino también por campos organizadores”, campos morfogenéticos que “sirven como heliografías o dibujos de ejecución de forma y comportamiento.” Cualquier sistema natural hereda una memoria colectiva.  “Cada vez que un miembro de una especie aprende un nuevo comportamiento, el campo morfogenético de la especie es cambiado aunque ligeramente.  Si el comportamiento se repite mucho, su resonancia mórfica afecta a toda la especie.” “La acción de este campo involucra acción a distancia tanto en espacio como en tiempo” (Sheldrake). Si aceptamos esta hipótesis entendemos que nuestra vida personal afecta la de los demás, que nuestro ejemplo contribuye al cambio global.  Que como se ha dicho mucho “la mejor prédica es el buen ejemplo”.

Cada personalidad humana tiene una profundidad de la cual puede NO ser consciente todavía.  En esa profundidad todos poseen los medios para trascender los estrechos límites de su propia personalidad y obtener el acceso hacia otros dominios y otras entidades dotadas de un conocimiento más profundo y más amplio.

Ahora bien, si me quedo en la idea de qué soy, los seres humanos somos seres sociales, seres culturales, entonces estas teorías no tienen ningún significado para nuestras vidas personales, no me impactan.  Ahora, aún y hayamos sido capaces de crear la sociedad más avanzada de todas las especies vivientes, seguimos siendo animales, sigo estando formada por elementos naturales, oxígeno, hidrógeno, organizada en moléculas, átomos y éstos, a su vez, en partículas más pequeñas, que se organizan en tejidos, órganos, bla, bla, bla (¡qué newtoniano suena todo!), al igual que el perro, la cucaracha, la planta, la piedra, etc.

Lo que la física, la bioquímica, etc. descubren sobre la organización de la vida, los campos de fuerza, el universo subatómico, tiene igual validez para mí, como para el medio ambiente, o el mundo vegetal o mineral.

Lo que sí me dice mi condición de ser social y cultural es que estoy programada, no soy un cuaderno en blanco, estoy llena de inscripciones que dicen qué es la vida, cómo funciona, para qué sirve todo, etc.  Y con esas programaciones formamos parte de la sociedad, entonces no puedo hacer ahora, hoy, una sociedad cualquiera, sino ésta que existe ahora.  Vamos cambiando dentro y lo de afuera en un proceso dinámico.  Creo que ahora estamos en un cruce importante, más para saber cuál es el camino que salvará al planeta y optar por él, creo que tenemos que operar transformaciones internas profundas.  Es necesario que volvamos nuestros ojos hacia nuestro aspecto interno y encontremos ahí dentro los rasgos que, en el mundo de afuera, consideramos como los obstáculos para lograr una sociedad mejor.  Y al localizarlos dentro, con toda la riqueza terapéutica y espiritual que este tiempo nos brinda, podemos desactivarlos y trabajar también afuera con ellos. “El cambio personal sucede entonces cuando entendemos el origen de la programación negativa de la que fuimos objeto, cuando sentimos todos los sentimientos implicados (…) y luego perdonamos (soltamos) a esa fuente exterior de la negatividad de la que aún sufrimos” (Pierrakos). Es en ese momento que se abren las puertas de la prisión y soy libre.  Dejo de ser víctima y me hago responsable de mi vida.

En este proceso es el amor el que quiero que me guíe. Si dejo que la rabia, el descontento, el deseo de venganza me guíen, haré la guerra y la guerra exalta al enemigo y le da la razón para destruir. Como recomienda el maestro Obi-Won Kenobi al discípulo Luke Skywalker (en la película The Empire Strikes Back), “don’t give in to hate” (no te entregues al odio).  Bueno, porque el odio es el terreno en donde el mal habita y del cual se nutre.  Entonces tan pronto cedo y opero desde mis emociones negativas alimento el mal dentro y fuera de mí.

Ahora bien, el mal no es el territorio de los malvados solamente. Todos somos malos y también buenos. “El mal en el mundo es la suma total del mal que existe en todos los seres humanos” (el mío incluido). Transmitía Eva Pierrakos que “el mal es intrínsecamente un flujo de energía divina, distorsionada momentáneamente a causa de ciertas imperfecciones, ideas y conceptos equivocados…” Cuántos ideales maravillosos, han sido horrorosamente operacionalizados. Bueno, en fin, cuento algunas cosas.

Vivir espiritualmente o desde la espiritualidad es, mas o menos, vivir más desde nuestra energía que desde nuestra materia, es hacernos cada vez más conscientes de la vida que fluye dentro y fuera de nosotros, de la belleza, de la misión, los miedos, necesidades, deseos, carencias, excesos, fuerzas y debilidades. Y así entendiéndonos mejor a nosotros mismos, entendemos mejor a los demás.

El viaje interno no nos separa de la red, si la persona se separa es porque se aliena, entonces no viajó adentro sino que se rindió a algo externo y se dejó llevar.  Dentro de todos los caminos hay patologías.  Caminar nuestro camino conscientes, alertas, receptivos, y si nos equivocamos, aceptar, aprender y continuar.

Bibliografía
Barbara Ann Brennan, Hands of Light, Bantam Books, USA, June 1988.
Eva Pierrakos & Donovan Thesenga, No temas el mal, Editorial Pax México, México, 1994.
James Redfield & Carol Adrienne, The Tenth Insight.  An Experiential Guide, Warner Books, USA, 1996.
Ken Wilber, Un Dios Sociable, Kairós, Barcelona, septiembre 1988.
Roger Walsh, Prólogo en Ken Wilber, Un Dios Sociable, Kairós, Barcelona, septiembre 1988.
Rupert Sheldrake, Una nueva ciencia de la vida, Kairós, Barcelona, 1985.

domingo, 5 de junio de 2016

Contracultura

El preso somete por la fuerza al psiquiatra que lo entrevista y le pregunta tres veces “¿qué te he quitado?”.  El psiquiatra primero responde “control”, y el preso le dice que “nunca has tenido control”.  El psiquiatra intenta de nuevo y dice “mi libertad” a lo que el preso le contesta “nunca has sido libre”.  Por último el psiquiatra le dice “mis ilusiones” y es esta respuesta la que le da la liberación de la fuerza animal a la que estuvo sometido.  Esta es una escena de la película “Instinto” con Sir Anthony Hopkins y Cuba Gooding Jr. y en ella aparece nuestro gran sueño de gente civilizada, que somos libres y estamos en control de nuestras vidas.

Y guiados por esta maravillosa ilusión, cuando nos falla cualquier asunto que sentíamos seguro luchamos arduamente por ‘recuperar el control’ de ello, en vez de buscar las claves para mejorar nuestra relación con el problema.

Se ha puesto de moda el concepto de “soltar” (let go), rendirse, como camino de crecimiento.  Y a veces nos lo ponen más radical y nos dicen suelta y deja que Dios haga (“let go and let God”).  Este concepto implica contracultura.  En una cultura de guerra, pelea, resistencia, el soltar y rendirse suena totalmente equivocado.  Crecimos con historias de vencedores y vencidos, triunfo versus humillación.  No se nos enseñó el lado del vencido y del humillado.  Apenas quizás aprendimos que es una estrategia de sobrevivencia, pero que generalmente implica deshonor.  Aprendimos a relacionar la rendición con el miedo y la cobardía.  Es mejor morir peleando que rendirse, nos dijeron.

Sin embargo, el rendimiento y la batalla pueden darse juntos.  Cuando el guerrero espiritual acepta ir al combate lo hace porque ha aceptado con todo su ser la tarea, no lo hace por rebeldía, orgullo u odio sino porque se ha rendido a la Vida.  Cuando sufrimos intencionalmente en nuestro camino de crecimiento y, como dice Jalil Gibran, nos desangramos “libre y alegremente”, estamos en un combate arduo con la rutina, la costumbre, lo conocido, con nuestro ego que (como Balaguer) está aferrado con uña y diente al poder aun y cuando su reinado ya terminó y otros aspectos de nuestro ser traen llamados y necesidades a ser satisfechas.

Nos rendimos cuando hacemos nuestro trabajo cotidiano con aceptación y reverencia ante el Misterio de la Vida que nos ha bendecido.  Nos rendimos cuando aceptamos el reto de crecer y continuamos trabajando, ardiendo en la pasión de la búsqueda, porque aunque el miedo nos aceche y nos torture, el amor esencial nos hala y nos dejamos llevar.  Y cuando el enemigo momentáneo nos obstaculiza el desarrollo entonces, como el Arcángel Miguel (visitando la Tierra en la película “Michael”), nos plantamos frente al toro, gritamos: “batalla” y embestimos con corazón lleno de gracia y mente asertiva.

(Publicado en El Caribe, 27 abril 2001, p. 11)