domingo, 12 de diciembre de 2010

Dichosos los perseguidos

Cada generación tiene su generación que honrar y cada ser humano tiene sus maestros que agradecer.

Me alegra que Mateo cuenta en su evangelio (5,10) que Jesús dijo a la multitud que lo escuchaba: “Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos” o “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.”

Que alegría me da esa declaración. Se merecen el reino de los cielos los que me brindaron la posibilidad de la libertad. Y digo esto como parte de una generación que recibió una sociedad donde se pudo vivir mejor gracias a quienes en algún momento fueron perseguidos por “causa de la justicia”.

Desde hace varios años el sentimiento de agradecimiento por la generación del 50 arde en mi corazón y crece cada día. Esa generación, los que fueron adolescentes en la década 50 del siglo pasado, ayudó a derrumbar un enorme muro para que yo y todos los que éramos niños en esa época y los que nacieron luego pudiéramos respirar libres de la presencia del dictador, abrieron una pesada puerta en el edificio de la nación dominicana.

Cuando vuelvo a escuchar las historias de la vida bajo el régimen de Trujillo me doy cuenta cuan lejos estamos de esos tiempos, cuan abierto es hoy el espacio político (comparativamente), gracias a un grupo de hombres y mujeres que escogieron la causa de la justicia y buscaron destruir el pedestal sobre el que el tirano se sentaba. Y lo lograron, inspirados por el amor a la Vida, creo yo. Muchos murieron y muchos sobrevivieron.

En mi corazón, estos hombres y mujeres son cíclopes, héroes, hadas y oráculos que alteraron toda nuestra historia para bien. En el camino de nuestro acceso a la expresión libertaria, las huellas tienen sus nombres inscritos para siempre. Abrieron un camino largo que nos llevó lejos de aquella finca feudal donde vivíamos. Y yo tuve la gracia de ser testigo de esa historia y hasta he conocido a algunos, y los he oído hablar de los héroes que vinieron antes que ellos y abrieron la trocha. Ellos y ellas también tuvieron su generación anterior motivadora y guía en su trabajo contra el terror.

Todos hemos tenido héroes que han “montado (…) una estrella, abriendo un surco claro para que el sueño quepa”, como dijo Juan José Ayuso, poeta de la bendita generación del 50. Agradecer y respetar a los que vinieron antes y expandieron las fronteras de nuestra existencia nos hace partes de la cadena de la Vida en eterna espiral de crecimiento.

(Publicado en El Caribe, 6-7 enero 2001, p. 11)

miércoles, 20 de octubre de 2010

20 de octubre de 1961

Un día como hoy hace 49 años, murió en la balacera de la calle Espaillat, el joven Tirso Roldán Vargas Almonte.

Tenía yo once años y no recuerdo, o quizás nunca lo supe, por qué me impactó tanto aquel evento. Por el resto de mis años escolares, cada 20 de octubre escribí con lápiz, no con tinta azul como lo hacía los demás días del año. Con grafito porque era negro y sentía un silencioso luto ese día. Y en lápiz escribía, en la esquina superior izquierda de cada página de mis cuadernos, fueran estos de matemáticas, química, literatura, religión, lo que fuera, las iniciales del joven muerto (TRVA). Sentía una fuerte necesidad de honrar su recuerdo cada año.

Él no fue el único en cruzar el umbral ese día en 1961, sin embargo, fue el que quedó por siempre grabado en mi memoria adolescente. El suceso de la calle Espaillat fue poesía heroica de enorme belleza y quizás eso lo dejó grabado tan profundo en mi alma.

¿Cómo habrá sido su sonrisa? ¿Cómo miraban sus ojos? ¿Qué comida le gustaba más? ¿Llegó a besar los labios de una chica? ¿Qué soñaba hacer en el futuro? No conozco su rostro, ni su estatura, nunca escuché su voz. No conozco su historia personal, pero me es tan familiar, como si hubiera sido un primo o un vecino cercano.

Hay gente que viene al mundo a dejar una marca, no siempre son personas con largos currícula o provenientes de familias conocidas. No siempre son muy recordados por sus nombres y sus hechos, sin embargo, dejan una huella de un tipo que no se explicar. Es como si el planeta necesitara una cierta señal o una acumulación de energía para hacer un movimiento, y esta gente actúa y vive o muere para que ocurra ese movimiento. Algún día conoceremos esos misterios.

viernes, 7 de mayo de 2010

Father, bring me...


Father bring me a stone from Celtic land
Bring me una espiga de arroz de la tierra celeste
Bordea el continente distante
Y tráeme un cántico antiguo
De Bali, Karnataka o Puna
De cualquier lugar colorido y anciano
Bring me a flower from Arlés
From the fields where Vincent dwells
Or bring me a tulip from the Netherlands
Tráeme la ojisonrisa de una chinita
Tráeme un rizo de vaca pinta del Marlboro country
Y una foto coloreada de James Dean
Tráeme el sombrero de un soldado de Buckingham Palace…
Y a la reina si quieres papi... pero ven
Tráeme todo lo que recoges en tus paseos
Y VEN que no soporto tu ausencia
Sin forever me caigo

Escrito en Santo Domingo,
en mi refugio,
en febrero 1997.
Father died on October 1996.

domingo, 25 de abril de 2010

Xiomara Fortuna - Paseando. Bellas Artes, 24 abril 2010

"pero la calle será la calle..."

Xiomara, Xiomara… Santísimo cuanta fuerza! Todavía estoy volviendo en mi. Xiomara Fortuna, te la luciste anoche Paseando en Bellas Artes. Demasiada fuerza, demasiado color, amor y sabor en un solo concierto.

La Gran Madre te bendice y te pare en cada canción, Xiomara de la voz profunda y antigua. Tu voz sale de las cuevas con fuego donde habitamos, dormimos y cocinamos antes. Tus canciones pasan directamente de la vida cotidiana y de dimensiones arquetípicas. Oh Xiomara, te adoro, como siempre, te adoro.
Siento la vastedad de la Vida de mi isla en ti. Gracias, gracias, gracias.

“Agua de mayo, agüita, déjate caer, moja mi suelo de agua que quiere reverdecer”

Amigos y amigas, compren el disco y canten sus canciones.


sábado, 10 de abril de 2010

Mi héroe ha muerto

Hace unos días, hurgando entre archivos en mi computadora, encontré dos escritos que hice días después de la muerte de mi padre.
José Manuel Eusebio Caraballo murió el miércoles 16 octubre 1996, en la mañana, a la edad de 82 años. Lo ayudé a morir y la vivencia fue dolorosamente hermosa y profunda.
---------------

Llueve y salgo a ver la lluvia. Luego del miércoles 16, salgo obediente a ver la lluvia cada vez que cae, porque a través de ella hablo con mi padre.

Su cuerpo quedó vacío de vida ese miércoles, y ese día fue enterrado en donde él ya había dispuesto.

Llovió durante el cortejo fúnebre y siguió lloviendo de cuando en cuando, a veces creo que solo en mi cuadra. Y cada vez salgo afuera y puedo hablar con Manuel.

Hoy al hacerlo entendí más sobre mi pena. La niña interna está enfurruñada dentro de mí, silenciosa, huraña y desconfiada, porque su héroe se fue otra vez, y ella sufrió mucho la primera vez que él estuvo lejos.

Una vez, hace muchos años, cuando reinaba el gran tirano, Manuel fue vigilado por “cepillos” del SIM. Según oí, tenía un primo que participaba en actividades antitrujillistas y tenía casi su mismo nombre.

Manuel decidió ir a trabajar a Venezuela y llevarnos cuando ya estuviera establecido. Eso fue en el 1957. Según oí, y son recuerdos infantiles, el señor José Antonio Jiménez Álvarez, de la Compañía Azucarera Dominicana, que valoraba bien su trabajo, habló con alguien en el gobierno para que no lo molestaran más. El señor Jiménez Álvarez escribió a mi padre informándole sus diligencias y mi padre decidió regresar entendiendo que la vida aquí era mejor para mi madre, mi hermana y yo.

Volvió con fotos de serpientes, amigos e ingenios de azúcar en medio de la selva. Esos meses sin él fueron dolorosos. Los demonios atacaron con más fuerza: las pesadillas nocturnas se volvieron insoportables hasta llegar a un evento cumbre que vine a recordar al cumplir 40.

Hoy con mis 46 años puedo vivir sin él, ya no me resolvía ningún problema concreto, con una excepción, cuando iba al Acueducto a pagar su servicio de agua potable, pagaba también el mío ($100). Fuera de comer los domingos, no teníamos actividades comunes, no conversábamos mucho, no nos acariciábamos mucho, el nuestro era un amor silencioso.

Compartíamos principios de vida, actitudes, comportamientos y un montón de cosas más. El fue mi gran modelo de socialización. Me dio seguridad y estabilidad.

Él era como pensaba, de un solo rostro, sin aspectos escondidos, sólo sus lágrimas, no sabía llorar. Su honestidad era absoluta, permeaba todas las áreas de su vida, aunque admito que lo vi dar unos pesitos a policías de tránsito que lo molestaban y, una vez, teniendo yo 9 años, me prometió 5 centavos si comía un poco de berenjena y lo olvidó.

Fue mi maestro diario al hacer las tareas, sabía de todo un poco, tenía una mente extremadamente lógica, nada escapaba a su observación, aunque hablaba muy poco.

Era grandote y, para mi, muy hermoso. Aun, en sus últimos momentos, con respiración breve y semblante amarillento, lo veía tan bello, tan honorable, tan digno, tan profundo.

Mi héroe cruzó el río de plata y siento que su energía me acompaña. A veces me aconseja y sus consejos son del mismo corte: sabiduría, observación, tolerancia, paciencia... sólo que ahora me llevo de él sin chistar, mi rebeldía adolescente, mi autodeterminación leonina no opera mas frente a él.
---------------------------


Después de la muerte de mi padre lloro por todo, oigo a Silvio… suena Alma Llanera... lloro y lloro.

A veces creo que lloro por los dos, ya que él no lloraba. Aprendí a ser así y era cómodo no bregar con muchos de mis propios dolores. Inconscientemente, aprovechaba y lloraba los de mis amigos, y pienso que procesé lo mío a través de ellos. Ahora que ha muerto mi padre lloro por todo, la compuerta esta desencajada de sus goznes y no puede contenerlo todo, hay filtración.

Por no bregar con emociones no conozco muchas historias, como aquella de la muerte de su padre. Su padre murió en sus brazos siendo mi padre un niño de 11 años, y esto lo supe en mis cuarentas leyendo unas páginas escritas por su tío Eliseo. No pudimos hablar sobre esto, hubiéramos llorado como locos. Preferí llorar sola y ahora que él ha muerto sé que lloramos juntos por todo lo que amamos. ¿Cuanto tiempo duró mi padre con el suyo muerto en sus brazos? ¿Que le dijo antes de morir? ¡Oh Dios cómo extraño a Manuel!

El dolor me atraviesa el corazón y la cabeza. La certeza de no verlo más me mata y fue tan tranquila y hermosa su muerte. Aún en la muerte apenas hablamos, dije solo lo que él necesitaba oír para soltar e irse tranquilo y confiado, todo el resto fue silencio y comunicación de nuestros seres internos.

Dos noches antes de morir me dijo “quédate” y fue su primera solicitud de caricias en toda mi vida.

Le ponía muchos cojines y almohadas, lo ayudaba a sentarse y recostarse y lo abrazaba. Pegaba mi tronco al de él para que descansara contra mi y lo acariciaba. Así pasábamos las horas de la madrugada en los breves días antes de su muerte. Mi espalda escoliótica se cansaba mucho y dolía, pero lo podía acariciar largamente y sentirlo completamente mío como cuando era niña. A veces, luego de varios intentos débiles de acomodarse mejor, se iba rodando hacia el borde de la cama. Yo temía que perdiera la estabilidad y él era muy grande para yo sostenerlo sola. Entonces quise acostarlo y él me dijo “quédate”. Esa palabra ha sido más importante que títulos de estudios, honores y reconocimientos recibidos. Es este el reconocimiento que ha llegado más profundo, el de mi padre solicitando que me quedara acurrucándolo en su lecho de muerte.

Así como Dersu Uzala guió al capitán explorador por las tierras de Siberia, ayudé a mi padre a caminar el camino de la muerte y se fue tranquila y suavemente. Abrió sus ojos grandes y miró hacia arriba. Cómo me gustaría haber visto lo que sus ojos miraban en ese momento. Pero estoy ciega todavía. No me apena que se haya pasado al otro lado del río, sé que ahora está sano y ligero. Es un pedazo de mi alma que se siente despedazada, aterrorizada, confundida, sin su antiguo protector. Cuando era niña y me acosaban las pesadillas, él siempre se levantaba a despertarme y darme confianza y protección.

viernes, 2 de abril de 2010

Jueves Santo 2010

Es Jueves Santo. En el Diario Libre llega una edición especial de la Revista Rayo de Luz (Semana Santa 2010), con las lecturas bíblicas correspondientes a los días jueves a domingo. La hojeo y decido leer la primera lectura de hoy jueves, Libro del Éxodo capítulo 12, versículos 1-8 y 11-14.


…… ¡Santo Dios!


El Señor instruye a Moisés y Aarón que avisen a los judíos lo siguiente: en un día dado, cada familia debe comer la carne de un cordero o cabrito macho y “sin defectos”; y deben rociar su sangre en el frente de la casa que habitan. El Señor visitará el lugar en la noche de ese día para MATAR a todos los “primogénitos de hombres y de animales”. Las casas manchadas de sangre no serán tocadas.


¡Madre mía! Cuánto amor por unos y desamor por otros.


Claro está que no es la primera vez que escucho esta historia, pero siempre me sorprende y agobia porque en el seno de mi familia aprendí a Dios INFINITAMENTE amoroso. Estudié en colegio de monjas desde el cuarto de primaria hasta el cuarto de bachillerato, y el Antiguo Testamento siempre me sonó primitivo y extranjero.


Recuerdo que el Viernes Santo del año pasado, estaba yo en una misa en el tope de una montaña en el Sur profundo, y una de las mujeres presentes leyó esa lectura sangrienta. La amiga rubia en el banco delante de mi volteó su rostro y me miró con horror. Habíamos pasado unos días de mucha paz y recogimiento interno y la lectura nos hizo mucho RUIDO.


Lágrimas corrieron por mis ojos. Tanta guerra y odio en nuestra historia humana… Enseguida pedí prestada una libreta a la amiga de mi izquierda (siempre carga libretas muy bonitas) y escribí lo siguiente:


hoy abandono la casa de mi Padre
hoy la hija se retira
no más muerte y desolación
en nombre de Dios
hoy la hija se dedica por siempre
a celebrar la Tierra
y sus criaturas todas
mi corazón llora
abandono la casa de mi Padre
no más muerte y justicia
en nombre de Dios
hoy celebro la Vida
y la multiplicación
perdóname Padre si puedes
hoy me voy
por los caminos de mi Madre
a danzar en los bosques y las cuevas
alrededor de los fuegos sagrados
y a compartir
con todos los hermanos y hermanas
bípedas
cuadrúpedos
aladas
que se arrastran
los del Reino Vegetal y los del mineral
los elementales y los más sutiles
hoy abandono la casa de mi Padre
y celebro la Vida plena.
----------------
Dios no es padre ni madre, simple y esencialmente ES. Si el Padre del Antiguo Testamente continúa guiando el corazón humano, seguiremos odiando y sintiendo prejuicios por algunos grupos y nacionalidades. Todos somos hijas e hijos de la Esencia infinitamente Amorosa.

sábado, 20 de marzo de 2010

"Mi enemigo me enseña la paciencia"

Cuántas veces he pensado y casi decidido retomar este espacio de comunicación. Muchas veces. Me gusta escribir, pero no lo hago con la frecuencia a que aspiro. Escribir es saludable para mi. También es un proceso interno que me hace mejor ser humano. Siento que me reconstruyo escribiendo, que me armo y me desarmo.

Escribo diario desde que era una adolescente. Sí, muchas paparruchas, pero también pedazos de alma quedaron plasmadas en esas páginas secretas.

----------------------------------------------
En la primavera de 1993, viviendo todavía en Estados Unidos, tuve la oportunidad de escuchar una conferencia sobre medicina tibetana, dada por el doctor Choedrak, quien es el médico jefe del equipo de salud que atiende al Dalai Lama, dirigente político y espiritual de los tibetanos. El Dr. Choedrak, en algún momento de su disertación, dijo la frase que sirve hoy de título a esta columna, “mi enemigo me enseña la paciencia”.

El Dr. Choedrak tiene más de 70 años, es monje budista, delgado, su cuerpo luce como el de un hombre saludable y ejercitado de 40 años y su rostro de unos 50, tiene gran flexibilidad y la expresión de su rostro es suave, a veces angelical. Se sonríe como un niño y mostró un enorme interés al contarnos sus experiencias y al responder nuestras preguntas.

“Mi enemigo me enseña la paciencia”. El Dr. Choedrak estuvo preso en cárceles chinas por 20 años y, durante ellos, en vez de desesperarse, odiar, angustiarse, rabiar y desmejorar, se entregó a la práctica de su medicina (la tibetana), sanó a mucha gente en la cárcel, practicó la meditación, enseñó a otros. Y nos dijo, hablando de su experiencia en la cárcel, que su enemigo le enseñó la paciencia porque para salvarse, para sobrevivir con salud fue paciente y fue paciente cultivando la compasión. Con compasión y paciencia, pudo vivir en paz a pesar del dolor a que fue sometido por tantos años. En su frase “mi enemigo me enseña la paciencia”, el Dr. Choedrak nos mostró lo positivo de su experiencia. En dicha frase no hay alienación o contemporización, él sabe que quien lo apresó es su “enemigo”.

Cuando el Dalai Lama ganó el Premio Nóbel de la Paz, un reportero lo cuestionó sobre su “aparente falta de rabia hacia los chinos”, a pesar del genocidio a que los tibetanos han sido sometidos por ellos. El Dalai Lama respondió: “Ellos nos han quitado todo; debo dejarlos que tomen mi mente también?” Con esto dijo al mundo que una cosa es reconocer y entender el daño que nos hacen y otra hacernos daño sintiendo emociones destructivas por ello.

Recuerdo que en una visita que hice al profesor Rafael Casado Soler lo escuché decir que en toda experiencia vivida siempre trató de encontrar lo positivo de ella. Aún y esto fuera muy pequeñito, le daba importancia para vivir la experiencia sin angustias, para no ser dañado y poder dar lo mejor de sí. Cuando estamos conscientes de lo que estamos viviendo y ponemos nuestra atención en lo hermoso, bueno, bonito, agradable, sublime, inspirador de la situación y entendemos lo desagradable como un reto para crecer, aprender, siempre saldremos gananciosas(os) aun implique dolor.

Recuerden a Mandela. Durante sus muchos años de cárcel, se dedicó a estudiar, reflexionar y enseñar. Conoció y asistió a todas las prácticas religiosas de los diferentes grupos en la cárcel y se fortaleció. Y no salió a predicar odio o rabia contra el blanco que abusó de él sino a pedir la unidad y demandar el respeto para todos los sudafricanos.

“Mi enemigo me enseña la paciencia”. Aun en las experiencias más tristes y dolorosas puedes decidir amar, amarte y cuidarte, amar la vida, fluir con ella y aprender a encontrar la luz, aun y sea el más pequeñito rayo de luz de luna que rompe la oscuridad que te rodea. Si estás en medio de una situación o relación difícil, reflexiónala, medita y ora, resuelve lo que puedas y lo que no puedas, déjalo ser hasta que puedas y aprende.

(Publicado en Hoy, columna Reflexiones, 29 abril 1996, p. 7F)