sábado, 24 de mayo de 2008

Agradecer


Agradecer y respetar a los que vinieron antes y expandieron las fronteras de nuestra existencia nos hace partes de la cadena de la Vida en eterna espiral de crecimiento.

Con frecuencia, cada día, cada 2, cada 3 días… llega al corazón de mi mente (siiiiiiiiiiiií, la mente tiene un corazón) los héroes de las generaciones anteriores a la mía… héroes guerreros y héroes de la cotidianidad que pavimentaron el camino de mi mundo… risas, sueños y amores hay en esas baldosas, también sangre, sudor y lágrimas… peleas y reconciliaciones, fe y esperanza y mil bellezas mas.

El recuerdo de ellos/as tiene, por decirlo de una manera, mucha carne y energía… siento dolor con ellos y también mucho placer… es un placer jugoso… ¿jugoso? este placer contiene:

= profundo agradecimiento, lo siento en pecho y vientre… estoy aquí porque ellas y ellos decidieron hacer y creer en una vida diferente…
= gran amor… tomo mi cara entre mis manos como si fuera la de ellos/as, los/as vivos/as y las/os muertos/as…
= orgullo, como el que siento cuando mi hijo y mi hija manifiestan formas hermosas…

Y ellos y ellas me llevan a sentir DEVOCIÓN por la Gran Vida, el Gran Misterio que insufla sus mentes, corazones y cuerpos…
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Para ellos y ellas escribí un día lo de abajo y uno de ellos, que amo mucho, me regaló un ramo de orquídeas…


“DICHOSOS LOS PERSEGUIDOS”
Cada época tiene su generación que honrar y cada ser humano tiene sus maestros que agradecer. Y a mí personalmente me alegra que Mateo cuente en su evangelio (5,10) que Jesús dijo a la multitud que lo escuchaba: “Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos” o “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.”

¡Qué alegría me da esa declaración! Se merecen el reino de los cielos los que me brindaron la posibilidad de la libertad. Y digo esto como parte de una generación que recibió una sociedad donde se pudo vivir mejor gracias a quienes en algún momento fueron perseguidos por “causa de la justicia”.

Desde hace varios años el sentimiento de agradecimiento por la generación del 50 arde en mi corazón y crece cada día. Esa generación, los que fueron adolescentes en la década 50 del siglo pasado, ayudó a derrumbar un enorme muro para que yo y todos los que éramos niños en esa época y los que nacieron luego pudiéramos respirar libres de la presencia del dictador, abrieron una pesada puerta en el edificio de la nación dominicana.

Cuando vuelvo a escuchar las historias de la vida bajo el régimen de Trujillo me doy cuenta cuan lejos estamos de esos tiempos, cuan abierto es hoy el espacio político (comparativamente), gracias a un grupo de hombres y mujeres que escogieron la causa de la justicia y buscaron destruir el pedestal sobre el que el tirano se sentaba. Y lo lograron, inspirados por el amor a la Vida, creo yo. Muchos murieron y muchos sobrevivieron.

En mi corazón, estos hombres y mujeres son cíclopes, héroes, hadas y oráculos que alteraron toda nuestra historia para bien. En el camino de nuestro acceso a la expresión libertaria, las huellas tienen sus nombres inscritos para siempre. Abrieron un camino largo que nos llevó lejos de aquella finca feudal donde vivíamos. Y yo tuve la gracia de ser testigo de esa historia y hasta he conocido a algunos, y los he oído hablar de los héroes que vinieron antes que ellos y abrieron la trocha. Ellos y ellas también tuvieron su generación anterior motivadora y guía en su trabajo contra el terror.

Todos hemos tenido héroes que han “montado en una estrella, abriendo un surco claro para que el sueño quepa”, como nos cuenta Juan José Ayuso, poeta de la bendita generación del 50. Agradecer y respetar a los que vinieron antes y expandieron las fronteras de nuestra existencia nos hace partes de la cadena de la Vida en eterna espiral de crecimiento.

(Publicado en El Caribe, 6-7 enero 2001, p. 11)

2 comentarios:

  1. Mi querida Noris, me encantó tu blogg!! Refleja tu Ser!!
    Como intercambio de mujeres de una misma generacion, con afinidad de valores e intereses, quiero compartir contigo lo que escribí hace años, cuando la promocion del colegio se reunió.
    Con todo mi cariño y admiración:

    Carmen Julia


    En honor a la nostalgia y a los ideales de una generación

    Volver a compartir con ustedes, inolvidables amigos y amigas del colegio, veinticuatro años después, me embarga el alma de júbilo y nostalgia, inefables compañeras en los trances especiales de la vida. Afloran inconteniblemente a la memoria tantos gratos momentos: los ensayos de los Juegos Panamericanos del 1974, las noches en vela estudiando para los exámenes de la Profesora Consuelo o el Padre Lucio, la travesura que hicimos cerrando con cadena y candado el acceso a los cursos durante la visita de un sacerdote de alta jerarquía que venía de España.

    Ciertamente es un hito este reencuentro para reafirmar los afectos cultivados en la edad dorada de la juventud, trascendiendo las diferencias de valores, visiones y comportamientos que se han forjando con el tiempo, al crisol de las tempestades, las opciones y las búsquedas de cada quien. Es esta una digna manera de preconizar ante nuestros/as hijos/as y ante nuestra sociedad, que pertenecemos a una generación que proyecta el paradigma de democracia, de la igualdad de derechos, a una generación que le laceran las altas tasas de desempleo, analfabetismo, mortalidad materna y mortalidad infantil, los naufragios de yolas, el tráfico sexual de mujeres hacia Europa, las adolescentes embarazadas por la falta de educación sexual en las escuelas, las mujeres asesinadas por sus maridos suicidas, la alta prevalencia del SIDA, la desaparición de nuestros ríos, la inexistencia de seguridad social, la miseria domínico-haitiana de los bateyes…

    Sin pretender ser portavoz autorizada de este grupo tan querido, mucho menos de mi generación, me voy a atrever a reflexionar sobre el éxito porque creo que es muy pertinente esta ocasión, protagonizada por personas que ya hemos recorrido alrededor de la mitad del tiempo promedio de vida.

    Para muchos/as, el éxito equivale a tener, sin importar el método de obtención, objetos de gran valor material, como un carro del año, una mansión o un a gruesa cuenta bancaria en dólares. Sin la menor intención de denigrar a quienes poseen ese tipo de bienes temporales, quiero afirmar que el éxito trasciende esos logros, no debe medirse con esos parámetros. Alcanzan el éxito, quienes viven en permanente evolución, luchando contra las adversidades, esgrimiendo con coraje y nobleza las armas imbatibles del espíritu y el intelecto para defender el ejercicio pleno de los derechos, tanto los propios como los ajenos. El éxito no es una cima a la cual se llega alguna vez y para siempre. Es escalar la montaña inconmensurable de la vida, experimentando altibajos y reiniciando con fe el ascenso tras cada caída.

    Por tanto, la mayoritaria proporción de hombres y mujeres de nuestro país que no ha sucumbido definitivamente ante las innumerables adversidades y obstáculos, que ejerce sus oficios y ocupaciones con honestidad, ostentan el galardón del éxito, aunque los medios de comunicación ni muchos miembros de las élites de poder no se lo reconozcan. Ahí están los chiriperos, trabajadoras domésticas, obreras de zona franca, guardias, amas de casa que nunca se han empleado pero tampoco nunca han dejado de trabajar, abogados e ingenieros incorruptibles, artistas que enaltecen la cultura… la lista es interminable.

    En mi concepto, exitosa es toda persona que procura su perfeccionamiento individual y maximiza su aporte a la sociedad cultivando su espiritualidad en la vida cotidiana, aprendiendo a manejar conflictos con dignidad, cuidando su salud y practicando el amor a la lectura, a su padre y madre, a la naturaleza, a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

    Si como dice Sábato: “no hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universidad que a través de la propia circunstancia”, celebremos este encuentro con alegría y con profunda gratitud a Dios, que nos da todo con gratuidad.

    Vivir es una travesía temporal, navegando por mares, a veces plácidos y la mayoría de las veces tormentosos. En los pasajes de remanso, la consigna es disfrutar y compartir, mientras en los pasajes de huracanes la consigna es resistir y ayudar. Pero en ambos, la misión es aprender a navegar hasta llegar a puerto seguro, ¡y sólo hay uno!: la vida espiritual.


    Carmen Julia Gómez Carrasco
    Santo Domingo, 10 de julio de 2001

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  2. Gracias Carmen querida, por este comentario hermoso y excusas por hacerlo tan tarde. Todavía mi blogismo es incipiente... Abrazos grandes

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