El preso somete por la fuerza al psiquiatra que lo
entrevista y le pregunta tres veces “¿qué te he quitado?”. El psiquiatra primero responde “control”, y
el preso le dice que “nunca has tenido control”. El psiquiatra intenta de nuevo y dice “mi
libertad” a lo que el preso le contesta “nunca has sido libre”. Por último el psiquiatra le dice “mis
ilusiones” y es esta respuesta la que le da la liberación de la fuerza animal a
la que estuvo sometido. Esta es una
escena de la película “Instinto” con Sir Anthony Hopkins y Cuba Gooding Jr. y
en ella aparece nuestro gran sueño de gente civilizada, que somos libres y
estamos en control de nuestras vidas.
Y guiados por esta maravillosa ilusión, cuando nos falla
cualquier asunto que sentíamos seguro luchamos arduamente por ‘recuperar el
control’ de ello, en vez de buscar las claves para mejorar nuestra relación con
el problema.
Se ha puesto de moda el concepto de “soltar” (let go),
rendirse, como camino de crecimiento. Y
a veces nos lo ponen más radical y nos dicen suelta y deja que Dios haga (“let
go and let God”). Este concepto implica
contracultura. En una cultura de guerra,
pelea, resistencia, el soltar y rendirse suena totalmente equivocado. Crecimos con historias de vencedores y
vencidos, triunfo versus humillación. No
se nos enseñó el lado del vencido y del humillado. Apenas quizás aprendimos que es una
estrategia de sobrevivencia, pero que generalmente implica deshonor. Aprendimos a relacionar la rendición con el
miedo y la cobardía. Es mejor morir
peleando que rendirse, nos dijeron.
Sin embargo, el rendimiento y la batalla pueden darse
juntos. Cuando el guerrero espiritual
acepta ir al combate lo hace porque ha aceptado con todo su ser la tarea, no lo
hace por rebeldía, orgullo u odio sino porque se ha rendido a la Vida.
Cuando sufrimos intencionalmente en nuestro camino de
crecimiento y, como dice Jalil Gibran, nos desangramos “libre y alegremente”,
estamos en un combate arduo con la rutina, la costumbre, lo conocido, con
nuestro ego que (como Balaguer) está aferrado con uña y diente al poder aun y
cuando su reinado ya terminó y otros aspectos de nuestro ser traen llamados y
necesidades a ser satisfechas.
Nos rendimos cuando hacemos nuestro trabajo cotidiano con
aceptación y reverencia ante el Misterio de la Vida que nos ha bendecido. Nos rendimos cuando aceptamos el reto de
crecer y continuamos trabajando, ardiendo en la pasión de la búsqueda, porque
aunque el miedo nos aceche y nos torture, el amor esencial nos hala y nos
dejamos llevar. Y cuando el enemigo
momentáneo nos obstaculiza el desarrollo entonces, como el Arcángel Miguel
(visitando la Tierra
en la película “Michael”), nos plantamos frente al toro, gritamos: “batalla” y
embestimos con corazón lleno de gracia y mente asertiva.
(Publicado en El Caribe, 27 abril 2001, p. 11)
No hay comentarios:
Publicar un comentario