Escribo diario desde que era una adolescente. Sí, muchas paparruchas, pero también pedazos de alma quedaron plasmadas en esas páginas secretas.
----------------------------------------------En la primavera de 1993, viviendo todavía en Estados Unidos, tuve la oportunidad de escuchar una conferencia sobre medicina tibetana, dada por el doctor Choedrak, quien es el médico jefe del equipo de salud que atiende al Dalai Lama, dirigente político y espiritual de los tibetanos. El Dr. Choedrak, en algún momento de su disertación, dijo la frase que sirve hoy de título a esta columna, “mi enemigo me enseña la paciencia”.
El Dr. Choedrak tiene más de 70 años, es monje budista, delgado, su cuerpo luce como el de un hombre saludable y ejercitado de 40 años y su rostro de unos 50, tiene gran flexibilidad y la expresión de su rostro es suave, a veces angelical. Se sonríe como un niño y mostró un enorme interés al contarnos sus experiencias y al responder nuestras preguntas.
“Mi enemigo me enseña la paciencia”. El Dr. Choedrak estuvo preso en cárceles chinas por 20 años y, durante ellos, en vez de desesperarse, odiar, angustiarse, rabiar y desmejorar, se entregó a la práctica de su medicina (la tibetana), sanó a mucha gente en la cárcel, practicó la meditación, enseñó a otros. Y nos dijo, hablando de su experiencia en la cárcel, que su enemigo le enseñó la paciencia porque para salvarse, para sobrevivir con salud fue paciente y fue paciente cultivando la compasión. Con compasión y paciencia, pudo vivir en paz a pesar del dolor a que fue sometido por tantos años. En su frase “mi enemigo me enseña la paciencia”, el Dr. Choedrak nos mostró lo positivo de su experiencia. En dicha frase no hay alienación o contemporización, él sabe que quien lo apresó es su “enemigo”.
Cuando el Dalai Lama ganó el Premio Nóbel de la Paz, un reportero lo cuestionó sobre su “aparente falta de rabia hacia los chinos”, a pesar del genocidio a que los tibetanos han sido sometidos por ellos. El Dalai Lama respondió: “Ellos nos han quitado todo; debo dejarlos que tomen mi mente también?” Con esto dijo al mundo que una cosa es reconocer y entender el daño que nos hacen y otra hacernos daño sintiendo emociones destructivas por ello.
Recuerdo que en una visita que hice al profesor Rafael Casado Soler lo escuché decir que en toda experiencia vivida siempre trató de encontrar lo positivo de ella. Aún y esto fuera muy pequeñito, le daba importancia para vivir la experiencia sin angustias, para no ser dañado y poder dar lo mejor de sí. Cuando estamos conscientes de lo que estamos viviendo y ponemos nuestra atención en lo hermoso, bueno, bonito, agradable, sublime, inspirador de la situación y entendemos lo desagradable como un reto para crecer, aprender, siempre saldremos gananciosas(os) aun implique dolor.
Recuerden a Mandela. Durante sus muchos años de cárcel, se dedicó a estudiar, reflexionar y enseñar. Conoció y asistió a todas las prácticas religiosas de los diferentes grupos en la cárcel y se fortaleció. Y no salió a predicar odio o rabia contra el blanco que abusó de él sino a pedir la unidad y demandar el respeto para todos los sudafricanos.
“Mi enemigo me enseña la paciencia”. Aun en las experiencias más tristes y dolorosas puedes decidir amar, amarte y cuidarte, amar la vida, fluir con ella y aprender a encontrar la luz, aun y sea el más pequeñito rayo de luz de luna que rompe la oscuridad que te rodea. Si estás en medio de una situación o relación difícil, reflexiónala, medita y ora, resuelve lo que puedas y lo que no puedas, déjalo ser hasta que puedas y aprende.
(Publicado en Hoy, columna Reflexiones, 29 abril 1996, p. 7F)
"déjalo ser hasta que puedas". Este artículo es una "lectura para el alma". !Me encanta!
ResponderEliminarSaludos desde Washington.
Gracias Noris,
ResponderEliminarEspero que te sigas dejando llevar por el deseo de compartir tus ideas. Es un regalo para el alma leer tu sensibilidad a traves de este espacio.
Que estes bien